Alberto Chimal y el pánico a un apocalipsis digital

En un mundo dominado por algoritmos, pantallas y notificaciones, Alberto Chimal se erige como una de las voces más lúcidas y críticas frente al fenómeno de la digitalización total. El escritor mexicano, conocido por su imaginación desbordante y su capacidad para explorar los límites de la realidad, ha vuelto a provocar debate con una afirmación tan inquietante como esperanzadora: “También hubo gente que sobrevivió a Pompeya.”

La frase, lanzada durante una entrevista reciente, funciona como metáfora del colapso tecnológico que muchos temen. Chimal no habla de cataclismos naturales, sino de uno mucho más silencioso: el colapso de la mente humana frente al exceso de información y la pérdida de autenticidad en la era digital.

Un apocalipsis sin fuego ni cenizas

En sus últimos ensayos y relatos, Chimal explora lo que él llama “el apocalipsis cotidiano”, una forma de destrucción invisible que ocurre mientras miramos la pantalla. Según él, la humanidad ya vive una forma de catástrofe, solo que sin notarlo. No hay explosiones ni ruinas, sino desconexión emocional, dependencia tecnológica y una progresiva sustitución del pensamiento crítico por la inmediatez del clic.

“Estamos en medio del colapso y seguimos haciendo memes”, ironiza el autor, que ve en las redes sociales un espacio donde la trivialidad se disfraza de conexión. “El problema no es la tecnología en sí, sino cómo nos hemos entregado a ella sin preguntarnos nada.”

Su visión no es tecnófoba, sino profundamente humanista. Chimal no pide destruir el mundo digital, sino reapropiarse de él con conciencia. Para el escritor, el apocalipsis digital no es un final inevitable, sino un espejo de nuestra época, un aviso de que todavía hay tiempo para encontrar un equilibrio entre lo humano y lo virtual.

Ficción como espejo del miedo

A lo largo de su carrera, Chimal ha construido universos donde lo fantástico se mezcla con lo real. En libros como Los esclavos, La torre y el jardín o Manos de lumbre, ha retratado sociedades distorsionadas por la violencia, la ambición y el poder, pero ahora ese espejo se refleja en el poder invisible de los datos.

Sus nuevos textos, impregnados de metáforas tecnológicas, exploran la vulnerabilidad del ser humano ante la inteligencia artificial, los algoritmos y la pérdida de privacidad. “Lo que antes era magia o religión, hoy son los sistemas digitales. Les damos nuestra fe, nuestro tiempo y nuestros secretos”, comenta el autor, señalando que la fascinación por la tecnología es una forma contemporánea de adoración.

Chimal reconoce que el miedo al apocalipsis digital nace del desequilibrio entre el conocimiento y la comprensión: sabemos cómo funcionan los dispositivos, pero no comprendemos su impacto en nuestra forma de ser. Ese vacío, dice, es el terreno fértil del pánico.

Pompeya y la resistencia

La comparación con Pompeya no es casual. Para Chimal, aquella ciudad romana destruida por el Vesubio simboliza el colapso súbito de una civilización que creía tenerlo todo bajo control. Sin embargo, recuerda que hubo sobrevivientes: personas que escaparon, que reconstruyeron su vida, que siguieron contando historias. “De eso se trata —explica—, de no quedarnos petrificados frente al fuego.”

El escritor sugiere que, al igual que los pompeyanos que huyeron antes de la erupción, todavía podemos escapar del embrujo digital si recuperamos la capacidad de silencio, lectura y pensamiento lento. “No todo tiene que ser compartido, ni todo tiene que tener un filtro. El mundo necesita más contemplación y menos ruido.”

Su llamado no es a la desconexión total, sino a una resistencia consciente: leer más, escribir sin miedo, cuidar la atención como si fuera un recurso natural escaso. En sus palabras, “cada vez que alguien apaga su teléfono para leer un libro o mirar el cielo, hay un pequeño triunfo contra el apocalipsis.”

El arte como refugio

Chimal ve en la literatura una forma de resistencia frente al caos digital. “El arte sigue siendo el mejor antivirus”, dice con ironía. Escribir, pintar o crear música son gestos de desaceleración, actos de humanidad en medio del vértigo. Para él, el futuro dependerá no de quienes dominen las máquinas, sino de quienes sepan mantener viva la imaginación.

Su mirada combina lucidez y esperanza. Sabe que la tecnología seguirá transformando todo, pero insiste en que la clave está en recordar que somos más que nuestras pantallas. Porque incluso si el volcán estalla —como en Pompeya—, siempre habrá quienes escapen, cuenten lo sucedido y reconstruyan desde las ruinas.

Y quizás, sugiere Chimal con una sonrisa, esa será la verdadera victoria humana: sobrevivir al apocalipsis digital sin olvidar quiénes somos.

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